ENTRE NOS: “Ser bombero es el mejor trabajo del mundo”

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En una de esas jugadas que el destino suele hacer, Oscar Molina Solano, de 48 años, dejó botada la carrera de veterinaria y se metió de lleno en las emergencias, la adrenalina y el espíritu de servicio que caracteriza a los bomberos.

Hoy, 30 años después de ese cambio y a pocos días de pensionarse (el 15 de febrero se acoge al periodo de retiro), este apasionado por el ciclismo vuelve a ver atrás y asegura que lo mejor que le pudo haber pasado en la vida fue convertirse en bombero.

Muchos de los compañeros soñaban desde pequeños con ser bomberos. ¿Usted era de los que jugaba a ser uno de ellos? 

Nunca soñé con nada de eso, oía las máquinas pasar por la casa, pero nunca me imaginé como bombero, de hecho era “medio incendiario”.

Cuando estaba estudiando veterinaria, el papá de un amigo estaba en la Asociación Pro Bomberos de Paraíso y un día, en octubre 1986, me contó que para abrir la estación necesitaba que fueran 15 voluntarios y dos permanentes, pero solo tenían a 14 voluntarios y me dijeron a mí y dije que sí.

¿Cómo fueron sus inicios?

Estuve como voluntario casi cinco años, en el 91 empecé a hacer las vueltas para permanente e hice las pruebas por casualidad, porque no me interesaba. Cuando me dijeron de todas las ventajas de trabajar en Bomberos hice el examen psicométrico y me llamaron, jamás me imaginé que me quedaría toda la vida.

Como permanente estuve año y 8 meses en San José, después tuve la oportunidad de irme a Cartago, ahí estuvo 19 años y luego en Paraíso.

¿Qué pasó con la carrera de veterinaria?

La dejé botada (risas). Estaba en la Escuela Centroamericana de Ganadería, pero por asuntos de horario tuve que dejarla. En realidad la congelé, como dice uno, pero al final la congelé por 25 años.

La veterinaria era una pasión para mí. Mis papás eran campesinos, por eso me críe con ganado, cerdos, caballos, gallinas, eso me apasionaba mucho.

Pero en esa época comencé a pensar en mi futuro y con mi novia, que ahora es mi esposa, hablábamos de planes más serios, le hablé de que el trabajo era muy estable y vimos que era más favorable. A los tres años de ser permanente me casé.

Con Bomberos dejó veterinaria, pero atrajo el amor. ¿Así fue?

Era voluntario en la estación de Paraíso, la estación queda como a 200 metros del colegio y ahí empezó el amor. Ella estaba en el colegio y yo ya había salidos. Nos echábamos miradillas y así comenzó todo.

A lo largo de estos 30 años en Bomberos, ella ha soportado todo, trasnochadas, sacrificio y todos. Tenemos dos hijos, una muchacha de 20 años y un muchachito de 12 años.

¿Cómo describe el ser bombero?

Uno se levanta y no sabe qué le va a reparar el día. Hay días en que no pasa nada y hay otros días en que uno no puede ni dormir, se vive mucho estrés, mucha angustia, pero el ser bombero es el mejor trabajo del mundo.

Se ven cosas bastantes feas, tristes y tristes, como cuando fallecen personas, pero también hay cosa muy bonitas, como el agradecimiento de personas a quienes se les salvó la vida.

Una vez, en Cartago, en la fábrica de cemento, un muchacho se amputó una mano, fuimos hasta el quirófano del hospital con un esmeril quitándole un pedazo de hierro que tenía incrustado en el brazo. Al año siguiente, tocaron la el timbre de estación y era el muchacho con pan, galletas y me dijo “no se acuerda de mí, vengo a agradecer, hasta ahora salgo de la terapia”. Son cosas que uno agradece y se siente halagado.

En 30 años, también ha visto situaciones trágicas. ¿Cuál caso le marcó?

Una vez en el puente bailey, en Cartago, un muchacho estaba subido en la estructura y se iba a suicidar, éramos dos compañeros y estábamos subidos en una escalera, le hablamos y hablamos y él decía que quería ver al papá, le insistimos y cuando estábamos a punto de bajarlo llegó el papá y se tiró. Todavía tengo el recuerdo del sonido donde cayó y murió. Lo tuvimos a un metro de salvarlo…

Hay ocasiones en las que uno quiere tirarse a tierra, sobre todo cuando hay chiquitos fallecidos en incendios o accidentes de tránsito, uno siente impotencia.

En Paraíso, los papás habían  dejado a los tres chiquitos solo en la casa y se fueron a trabajar, cuando llegamos estaban muertos y quedaron en la puerta, seguro habían intentado salir.

Un caso que recuerdo fue cuando dos bomberos se ahogaron en Tres Ríos (4 de noviembre de 1994. Una cabeza de agua mató a los bomberos Jorge Garita y Leonardo Calvo en Tres Ríos).

En el momento en que yo iba llegando vi a Garita y él me saludó, me dijo que tuviera cuidado porque el río estaba muy crecido, a mí me devolvieron y cuando iba llegando a la estación me dijeron que había caído dos bomberos fallecidos, eso me impactó mucho porque acababa de ver a Garita.

Viene la etapa de su jubilación. ¿Qué planes tiene?

Llegar a pensión es un privilegio, para mí fue una meta cumplida, una satisfacción propia. Por un lado, me duele mucho dejar Bomberos, pero por otro estoy feliz porque siento que dejé huella en lo que es el deporte. Siempre traté de inculcar el deporte.

Desde el 2002 comencé a correr en bicicleta y le agradezco a la administración y jefaturas que me dieron la oportunidad de correr la Ruta de Conquistadores cuatro veces, fui a Europa y a Estados Unidos.

Se hizo un grupo de ciclismo que impulsamos y cerrar con la participación de Bomberos como dedicados en la Vuelta Ciclística a Costa Rica fue algo lindísimo para mí, fue como un sueño.

Ahora sigue un año sabático que me darè para seguir practicando ciclismo, en mayo voy a correr a Colombia y el otro año tengo planes con mi esposa para viajar y posteriormente iniciar un negocio de bienes raíces.

“Quiero agradecer a las jefaturas por todo el apoyo y por todo lo que he aprendido de ellos. A todos mis compañeros les digo que Dios y la Virgen los bendiga y los proteja”.

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Nombre: Oscar Molina Solano
Edad: 48 años
Residencia: Paraíso de Cartago
Estado civil: Casado, dos hijos
Deporte: Ciclismo

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