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Estación Atenas

Los vigilantes del fuego

“En el silencio de la noche, el grito alarmante de una sirena se deja escuchar. Mientras casi todos duermen, varios hombres, la mayoría jóvenes, en forma sincronizada se levantan de sus camas. Segundos más tarde, debidamente equipados, parten velozmente en un vehículo rojo, al tiempo que una sirena y el repicar de una campana indican su paso por las calles solitarias de Atenas. Su rumbo: desconocido. Su misión: salvar vidas, extinguir incendios”. ( )

Escenas como ésta son frecuentes desde hace varios años. A fines de diciembre de 1959, la desaparecida Cámara Junior de Atenas (grupo social, si se quiere, similar al Club de Leones), invitó a un grupo de jóvenes atenienses para que, unidos y con espíritu espontáneo y desinteresado, prestaran sus servicios como bomberos voluntarios.

Fue el 27 de febrero de 1960 que, mediante una humilde ceremonia llevada a cabo en el Restaurante San Martín (localizado 150 metros al norte de los Tribunales de Justicia), empezó a funcionar el Cuerpo de Bomberos en el cantón. Ese día se nombró una junta directiva, constituida por los señores Ricardo Román Román, presidente, Emilio Salas V., Vicepresidente, Mario Soto E., Secretario, Guillermo Chacón, Tesorero, Presbo. Elías Meneses Vega, Vocal, y Enrique Acuña M., Vocal.

La tarea no fue fácil. Muchos no continuaron y los que no se rindieron demostraron el verdadero amor que le tenían a su tierra y a todo lo que en ella vive.

Sus entrenamientos debieron llevarlos a cabo tanto en Atenas como en Alajuela, donde se trasladaban por las noches y eran instruidos por el Capitán Víctor Manuel Rojas C., jefe de dicha estación y gran impulsor de los bomberos del cantón. Tanto fue su cariño y dedicación para esta institución, que incluso viajaba a Atenas para capacitarlos. El dinero de esos viajes y parte de sus primeros uniformes, salió de los propios bolsillos de los bomberos.

El Mayor Víctor Manuel Hernández, jefe de los Bomberos Voluntarios de Costa Rica, colaboró enormemente con nuestros pioneros, y fue el primero que trajo mangueras dañadas para que los bomberos atenienses las conocieran. Por eso, no era de extrañar el ver en las prácticas bomberiles, el uso de mangueras que no tenían acoples (ni “macho” ni “hembra”).

Para darse una idea del paupérrimo equipo que tenían, en setiembre de 1960, los bomberos contaban solamente con el siguiente material: 6 mangueras, 1 pitón, 16 “chapas” (placas), y varios botones insignias.

El principal impulsor del Cuerpo de Bomberos de Atenas fue el Presbítero Elías Menéses Vega, de grata memoria, quien luchó incansablemente desde el principio hasta su muerte por la causa Bomberil.

Por no contar con edificio propio, las primeras reuniones las celebraban en diferentes locales: desde el Restaurante San Martín y el Palacio Municipal, hasta una vieja bodega del antiguo mercado, la cual, en invierno, los obligaba a reunirse con las botas y las capas puestas, y debían mantener las mangueras sobre tarimas para que no se mojaran.

Demolida la parte antigua del mercado, se trasladaron a un galerón de la casa cual, el cual tuvieron que abandonar tiempo después, para celebrar las reuniones y actividades bomberiles en la casa del señor Eleuterio Rosales González. Tanto el equipo como la bomba portátil lo guardaban en la cochera; dicho local, sin proponérselo, representaba una pequeña estación de bomberos.

Por enésima vez debieron movilizarse a otra parte y entonces ocuparon las bodegas del Centro de Nutrición, donde, por lo pequeño del lugar, necesitaban sacar el “jeep” para efectuar las reuniones y cuidar que la cantidad de ratas existentes no deterioraran las pocas mangueras que tenían.  Fue hasta 1968 que dejaron de rodar, al instalarse en el terreno que ocupan en la actualidad y cuyo edificio, después de muchos sacrificios y sinsabores, se logró inaugurar y bendecir en agosto de 1975.

Como anécdota, los fondos para la construcción provinieron de diferentes actividades que se realizaron en la comunidad, de la cual vale la pena rescatar una corrida de toros que se realizó con ganado prestado y en la que toparon con tan mala suerte, que un toro se desnucó antes de empezar el espectáculo. Este edificio fue derribado en el 2017, dando paso a un edificio más moderno, amplio y de dos pisos, el cual se inauguró el 28 de abril del 2018.

Pero volvamos atrás nuevamente. En febrero de 1961, en medio de la algarabía del pueblo, llegó la primera bomba portátil, la cual, en los incendios, tenía que ser transportada por vehículos particulares.

Las primeras fuentes de abastecimiento de agua fueron unas represas que se hacían en las quebradas, ya que en esa época no había hidrantes en el cantón.  La forma de dar la alarma era mediante las campanas de la iglesia y una pequeña sirena que estaba instalada en la casa del señor Eleuterio Rosales González.  Al respecto, el señor Rosales fue el primer jefe que estuvo a cargo de la Compañía de Atenas y figuró como secretario y subjefe el educador y periodista Gerardo Enrique Fonseca Guerrero.

Acerca de la forma cómo se atendían las emergencias, tómese en consideración las palabras del ex bombero permanente Fabián Rodríguez, mejor conocido como “Toboba”, quien en una entrevista que le realizaron, dijo al respecto: “Entonces éramos bomberos de manguera al hombro, una rama en la mano y ¡va fuete con el charral!”.

Por problemas con dirigentes de la comunidad, de 1962 a 1964, los bomberos renunciaron a sus cargos y solo participaron en caso de tragedia.  En agosto de 1966, en el antiguo Liceo de Atenas, en reunión celebrada por los jefes de las estaciones de la zona de Alajuela, se leyó el acuerdo mediante el cual la estación de bomberos de Atenas se incorporaba en forma oficial al Cuerpo de Bomberos de Costa Rica, designándole el número 23.

En 1965 llegó el primer “jeep”, marca Willys y modelo 1952, siendo utilizado para remolcar la bomba portátil. La primera máquina de bomberos (“bomba tanque”, como la llamaban los pioneros) llegó en abril de 1975, cuyo número era el 06. A partir de ese momento, se asigna un bombero permanente en la estación de Atenas. Dicho sea de paso, antes de esa fecha, al no contar con vigilancia la estación, los niños hacían de las suyas en el edificio: introducían clavos en la llave de ignición del “jeep”, prendían las luces y la sirena, tiraban piedras a las paredes, ensuciaban el local con sus bicicletas, entre otro tipo de fechorías.

Esa máquina extintora M-06 fue la primera de muchas otras que llegaron a la estación de Atenas, entre las que podemos mencionar: M-86 marca Chevrolet (llamada “charralera”, por ser usada sobre todo para incendios forestales), M-30 marca Ford, M-17 marca Leyland, M-19 marca Ford (las tres anteriores fueron las que más tiempo han permanecido en la estación), M-62 marca Ford, M-80 marca International y M-107 marca Freightliner. Actualmente, Atenas cuenta con la M-120 marca International (llegada en el 2017), la AR-09 marca Ford (unidad de ataque rápido) y el C-05 marca Yamaha (cuadraciclo).

El deseo de superación de la Compañía Nº 23 se ha manifestado día con día, haciéndolos acreedores de varios reconocimientos, entre ellos: segundo lugar en el desarrollo del Plan General de Trabajo de 1979, primer lugar, por tres veces consecutivas, del grupo N° 9 de la Zona 1 (1981, 1982 y 1983), tercer lugar a nivel nacional en 1983 y primer lugar de maniobras a nivel nacional en 1984. Sin embargo, su máximo triunfo fue alcanzado en el periodo 1984–1985, cuando se coronaron como el “Campeón Nacional de los Bomberos de Costa Rica”.

Cabe resaltar, mientras existió, el apoyo invaluable con que siempre contó el Cuerpo de Bomberos, a través de su Ala Femenina, que laboró por muchos años y cuya participación fue preponderante, al punto de que muchas actividades bomberiles no se hubieran realizado sin su ayuda.

A través de los años, el Cuerpo de Bomberos ha servido voluntariamente en la comunidad de Atenas, acudiendo siempre al lugar donde se le necesite. Innumerables son los incendios forestales, casas, empresas, derrumbes, vehículos, cortos circuitos, inundaciones y rescates que han atendido, recuperando vidas humanas, bienes materiales y personas fallecidas. Entre ellos podemos citar: un incendio en Orotina, que consumió tres casas, una soda, un salón de belleza y la planta alta del Palacio Municipal; un segundo incendio en Orotina que destruyó la planta alta de la tienda Simoni, la cual tuvo daños cuantiosos, pero se evitó que el fuego se propagara a las casas vecinas; una tragedia aérea en Balsa, lugar donde cayó la aeronave TI 447-L, dejando un saldo de dos muertos; la casa y taller de Wenceslao Matamoros (este incendio es muy recordado, por haber sucedido en el centro de la ciudad); varios incendios en la Almidonera La Moderna, localizada en Santa Eulalia; labores de rescate en el derrumbe de la Calle La Mandarina en Fátima, en el cual fallecieron 14 personas y se salvó un niño con vida; el incendio del restaurante Tadeo en el 2003, localizado a un costado del parque; y una granja porcina en Turrúcares, que causó daños en 600 metros cuadrados y dejó un saldo de 800 cerdos muertos.

Como nota dolorosa, el 27 de marzo de 2013, el bombero voluntario de Atenas, Cabo Andrés Cruz Castro, murió mientras atendían un incendio forestal en Purires de San Pablo de Turrubares, quedando atrapado por el fuego, ante el cambio inesperado del viento. Ejemplo del coraje y valentía con que los bomberos actúan en cada emergencia que se presenta, pensando en el bienestar de los demás, antes que en el suyo propio. Hoy la Sala de Máquinas de la estación de Atenas lleva su nombre, según se puede constatar en una placa que develaron el 28 de abril del 2018.

Acerca de la labor de los bomberos, se puede mencionar: “El sacrificio es grande y casi nadie lo nota. ¡Cuántas veces debe abandonar su familia, su trabajo, su estudio, su descanso! ¡Cuántas veces debe arriesgar su vida y luchar, durante largas horas, contra su enemigo el fuego, sacando fuerzas de donde no las tiene! ¡Cuántas veces debe regresar a su hogar cansado, sucio, maloliente, y en ocasiones, hasta herido! ¿Y todo ello a cambio de qué? A cambio de experimentar una satisfacción personal inexplicable que lo conduce a realizar una noble misión, cual es el brindar su ayuda al que se encuentre en desgracia”. ( )

La escritora ateniense doña Estrella Umaña de Pacheco dedicó unas hermosas palabras sobre ellos: “…Por mi fantasía veo en el chisporroteo de una enorme luz de bengala, una estrellita de brillantes en el pecho de los bomberos, símbolo de sacrificio, condecoración de gratitud que les concede la humanidad. …Su brillo es guía para vencer al enemigo causante de ruina y desolación” ( ).  A todos esos héroes desconocidos que han depositado su huella en este sagrado recinto, brindamos este pequeño reconocimiento, ya que siempre dieron su máximo esfuerzo y dedicación, a pesar de las adversidades. Personas temerarias que, con espíritu de lucha constante, crecieron y relucieron, en medio del riesgo, del sacrificio y de la crítica.

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